Ya llevaba mucho tiempo trabajando sólo en mi pequeña empresa, podía manejar todo yo mismo ya que la demanda era escasa, pero poco a poco mi tiempo fue disminuyendo y ya no podía satisfacer las necesidades de los clientes por mi cuenta.
Así que decidí contratar una compañera de trabajo, una "secretaria" que me ayudara a organizarme.
No me fue difícil conseguir a la indicada, tenía una conocida que cumplía todos los requisitos que yo necesitaba.
Era confiable, responsable, agradable, y le llegué como anillo al dedo porque justo en ese momento ella se encontraba desempleada.
Básicamente la acomodé en mi oficina, con su propio escritorio, y se encargaba de recepcionar los pedidos por teléfono.
Todos los que llamaban se ponían en contacto con ella, a decir verdad era muy carismática con los clientes, gracias a ella y su buena atención mi negocio creció mucho.
Todos se sentían a gusto con ella, hasta a veces los clientes llamaban al teléfono de mi negocio tan sólo para hablar con ella, tenía una voz dulce, una manera delicada y divertida de expresarse.
Su nombre era Hanny, tal como la ternura que inspira su nombre, así era ella.
Con sus 18 años recién cumplidos la juventud se veía reflejada en su rostro, a decir verdad logro alivianarme la carga de manejar el negocio sólo, yo sólo me encargaba de la parte técnica y ella de la atención al cliente. Era una genia.
Pasando el tiempo ella y su inocencia contagiaron mi ambiente de trabajo, siempre fui alguien frío, no demostraba muchos sentimientos hacia nadie, a ella sólo le decía que la estimaba, y que era excelente en su trabajo, el día de su cumpleaños le dije que la quería, pero en la forma más pura e inocente de la palabra.
Un día normal de trabajo se cruzó por los pasillos del corredor dejando una estela de su dulce perfume femenino en el ambiente... Exquisita fragancia a vainilla, en el momento mismo que la miré su hermosura brilló ante mis ojos.
Déjenme describirles cómo es ella... Ella es bajita, trigueña, de pelo castaño, unos ojos grandes y una boquita de ensueño, delicada, con labios carnosos e irresistibles.
Y de cuerpo... ¿Qué les podría decir?
Unos bien torneados y proporcionados senos, ni muy grandes ni muy pequeños, del tamaño perfecto para encajar en una copa de vino; nunca fue de vestimenta provocativa, su escote nunca dejó mucho que ver, siempre modesta y recatada. Su figura era perfecta con sus delicadas piernas, a la vista suaves y ters
En el mismo momento en que comencé a admirar su sensualidad y encanto empecé a olvidar las barreras que me separaban de la locura.
Cada vez que pasaba frente a mí, simplemente me provocaba.
¿Será amor?
No...
Yo no siento esas cosas, era deseo, pura y detestable lujuria, bendito pecado selecto, cuna de placeres inimaginables.
Hablando de cosas que pude haber hecho, pude haberla seducido, una cena romántica en mi departamento, una visita a algún hotel, regalos, insinuaciones amorosas... Pero no, yo sé que nada de eso funcionaria. Y sí pudiera funcionar me llevaría tiempo. Mi deseo aumenta con el tiempo, con cada día en su presencia, y para ese momento mi límite había llegado...
Ese mismo día decidí tomar la mejor decisión de mi vida, la esperé a la entrada de mi oficina, apenas ella entró cerré la puerta tras de ella.
Ella me miró con su inocente mirada de siempre, se ve que no sabe de mis intenciones, bueno, es mejor así.
La invité a tomar asiento y accedió gustosamente.
La escuchaba atentamente mientras me contaba con su melodiosa voz uno de sus tantos problemas familiares.
Me levanté de mi asiento y caminé alrededor de su asiento un par de vueltas lentamente, ella sólo continuaba su relato.
Me acomodé tras de ella y comencé a masajearle la espalda superior.
Ella seguía contando sus desgracias hasta que comencé a besarle el cuello... Creo que eso la incomodó un poco; se levantó rápidamente de la silla y me miró con una cara de sorprendida, me acerqué a ella sigilosamente sin sacarle la mirada de encima, la acorralé contra la pared y apoyé mis brazos en la misma, impidiéndole escapar, creo que mi mirada perversa la puso nerviosa, o tal vez ya había logrado discernir mis intenciones.
Soltó un leve grito que fue aplacado por un golpe seco de puño que le di en la garganta, escupió un poco de sangre en el piso, pero al menos ya no intentó volver a gritar.
Empecé a besarle el cuello despiadadamente mientras desabrochaba los botones de su blusa con violencia, la tenía ahí, contra el piso, yo encima de ella. Apenas logré deshacerme de su blusa arranqué de un estirón su brasier. Pude contemplar con asombro sus delicados senos desnudos, era una escena digna de las mejores representaciones artísticas.
Omitiendo la expresión de terror en su rostro, claro...
Ella es una mujer de baja estatura, pequeña, no se me hizo difícil controlarla por completo.
Tomé su mano y la obligué a masturbarme mi excitado y erecto pene. No conforme con esto la obligué a hacerme un oral, se me hizo un poco desagradable que aún tuviera sangre en la boca, pero más allá de eso, lo disfruté...
Rápidamente bajé su falda, su ropa interior, y pude observar su tierna y virginal vagina, era estrecha, y creo que lo andaba disfrutando ya que mojó toda el área púbica, la lubricación para la consiguiente penetración era perfecta.
Me recosté completamente sobre ella y comencé a penetrarla sin compasión, sus lloriqueos sólo me incitaron a aumentar la intensidad de mis embestidas.
Levanté sus piernas, las coloqué bien abiertas sobre mis hombros y comencé a penetrarla con más brutalidad, por un lapso de 10 minutos mantuve la posición variando la intensidad. Era increíble consumir mi más grandioso deseo, follarla...
Me vine en gloria dentro de su vagina, el éxtasis era infinito, yo quería más, más y más.
Logré mantener la erección aún luego de venirme dentro suyo, esta vez la obligué a voltearse mientras la sodomizaba analmente, sentía como se le desgarraba el recto en cada penetración mía, yo sólo sentía placer infinito. Y escuchaba sus gemidos, dignos de un dolor indescriptible.
Volví a penetrarla por la vagina y volví a eyacular en su interior.
Ya exhausto descansé sobre su pecho. Pude ver cómo mi semen escurría de entre su cavidad y labios vaginales, con un poco de sangre, de los desgarros que habrá sufrido en el acto supongo.
Ella estaba muy traumada, temblando en el piso, adolorida y llorosa.
Vino a mí la más enconada pregunta: ahora ¿Qué hago con ella?
No tuve mejor idea que asesinarla, no quería manchar mi oficina de sangre, ya habían un par de manchas por lo que había sufrido de mi golpe en su garganta, y otras manchas de sus desvirgues.
Así que decidí asesinarla en el patio trasero.
Pero podrían escuchar los vecinos sí llegara a gritar, así que simplemente decidí romper un espejo, trozar sus pedazos y mezclarla en un vaso con agua, volví a ella y le obligué a tragar el vidrio molido.
Es tan sólo para destrozar su garganta y cuerdas vocales, así no se le ocurrirá gritar ahí afuera.
Lo admito, fue duro verla así, ella quería vomitar la sangre, pero no la dejaría ensuciar mi alfombra, así que le tapaba la boca con mis manos obligándola a ingerirlo de nuevo, casi 4 veces se ahogó en su propia sangre, pero era muy fuerte.
Por un momento me puse a pensar en lo doloroso de su situación, pero me dolía más pensar que sí dejaba rastros iría a parar 30 años en la cárcel.
La llevé al fondo de mi patio trasero, tomé un machete y se la ensarté en la pierna derecha, partiéndola casi a la mitad, se podía observar el hueso, fue impresionante. Pude ver su mueca de dolor, y también que regurgitaba sangre, supongo que era su intento fallido por gritar.
Le di varios cortes y golpes con el machete en las extremidades, por un lado mi morbo y mi falta de cordura me impedían detenerme, o al menos matarla de una vez.
Pero disfruté cercenar sus extremidades, justo antes de abrirle la cabeza diametralmente con el filo de mi machete.
Vi su cuerpo desangrarse en el césped, y lo que parecería ser sus sesos.
No podía distinguir sí era carne de embutido mal envasada, o eran sus tripas...
Fui al fondo, encendí la parrilla, y metí sus extremidades en trocitos al fuego para que se consumieran, quemé absolutamente todo, sus cabellos, sus tripas en el césped, hasta con pena tuve que despedirme de la alfombra favorita de mi oficina, la quemé por las manchas de sangre.
Quemé mi ropa, su ropa, todo.
En algún momento sentí la atracción de comerme un trozo de su carne asada, pero no lo hice... No estoy tan enfermo.
Es lo bueno de no tener vecinos chismosos, nadie vio nada.
Como ella vivía sola y en constantes problemas familiares nadie notó su ausencia.
Los clientes la extrañaban, pero yo les decía que estaba de vacaciones, me creían, ellos sabían que se merecía esas "vacaciones".
Enterré sus cenizas y huesos calcinados en el patio trasero de mi casa, puse césped nuevo encima de la tierra, hasta mudé allí encima mi parrilla.
Fue el crimen perfecto. Semanas después la policía estuvo investigando pero no me hallaron ninguna prueba, fui sospechoso en dos juicios pero nunca me inculparon, luego encerraron como sospechoso principal a su padre, ya que vivían en constantes problemas.
Y bueno, yo... Yo ahora estoy en la cárcel, me condenaron a 3 años de prisión.
Pero no por ese crimen, sino más bien por lavado de dinero jeje. No les conté de qué trataba mi negocio ¿cierto?
Bueno pues, no necesitan saberlo.
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